El
trabajo, sobre todo el manual, que ofrece al monje la ocasión de
participar en la obra divina de la creación y restauración, y
comprometerse en el seguimiento de Cristo, goza siempre de alta estima en
la tradición cisterciense.
Este
trabajo, arduo y redentor, procura la subsistencia a los monjes y a otras
personas, especialmente a los pobres, y es signo de solidaridad con el
mundo obrero.
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